CLAVADISTA

Trabajo Práctico Final del Taller Diseño en Movimiento.
Espacio Virgen 2011
Alumnos: Sonia Dipietro + Joel Mazzola + Maxi Trionfante
Texto: Sonia Dipietro
Docente: Jorge Codicimo
CLAVADISTA

Meditaba tranquilo, el sol calentaba el cerebro hasta que una luz se atrevió a invadir mi córnea haciendo estallar mis pensamientos en mil pedazos. El calor asfixiaba. Necesito un chapuzón, pensé. Mi cabeza sufrió una especie de aneurisma de perversidad absoluta. Dolieron las manos de repente, punzante en la frente entendí la condena de cargar con la sabiduría de no saber y seguir confiado en que todo iba a salir bien. 
¿Cómo vas a tirarte así, sin más al abismo paralizador. Sin medir la consecuencia del factor externo? Firme de opinión, sin miedo a reiniciar el circuito del fin si es necesario, con la rudeza de un colonizador, un revolucionario campeón que creyó pararse en la otra orilla, la del polvillo seco entre los dientes y la resquebrajadura honda en el pecho. Y aunque no pudiera vislumbrar nada, afilaba la vista con tal de saber qué encontraría allá abajo.
No corras por el borde de la pileta que te vas a patinar! volvió a advertirle haciendo una visera con su mano. La diversión tiene riesgos pensó mientras continuaba su apretada marcha. Con el tiempo el riesgo de patinarse pasó del desafío al preludio de lo negativo. Primero lo de la plaqueta, después se calló de la patineta. Ahora le patina la cabeza, usa gomina y empezó a patinarse el sueldo en putas, en falopa, en vergas, en ropa.
¿Vale la pena desangrarse en el ritual del cáncer virtual? En el destierro del tango casual? Tanto peregrinar, tanto ascenso para que aquella advertencia hoy lo paralice. Dudo que exista peor sentencia que la de un clavadista clavado, contemplando el vacío desierto sin sed ni hastío, para ir a dar quizás al mismísimo infierno.
¿Para qué lavamos las toallas si nos secan estando limpios? pensaba mientras se desplomaba; su reflexión se desintegró en mil gotas que observó volar por encima de su cabeza al hacer impacto. En los destellos vio el reflejo de un mundo, la diversa idiosincrasia de un planeta. El mundo es duro pensó. La lucidez a veces llega con los peores golpes. Volaba, -toda la vida se consumía en las secuelas de las circunstancias- pero se sentía como flotar... Las luces de las habitaciones vacantes me despertaban a horas inciertas, todas esas mujeres y mi alma tan vacía, llena de vicios que se peinan al espejo mientras me lavo las encías. Los momentos más felices son efímeros, y empezó a enumerar: la inanición del placer, los gritos, las profundidades extremas, todo se escapa como el humo por la ranura a velocidades luz. Abro la puerta: Un pasillo y una bifurcación. ¿Con qué me voy a encontrar después? De tanto vivir la vida, nunca la ví, pensé. Un claroscuro entreabrió mis ojos, era un pensamiento. ¿Cómo sería la vida lejos de la razón?
Creo que me ahogo. El híbrido me confunde. Miro, no es tan oscuro el fondo en verdad, lo oscuro es la luz que deja ciego, la que no deja ver más acá de allá, el sin sentido racional común… La estupidez humana. Intento dar un paso atrás y realizo que ya me perdí, no sé dónde estaba parado pero huele mal, la pestilencia me consume. ¿Dónde quedaron mis lentes de sol? Tanteo con las manos la pastilla de la acidez, el pepino de la Big Mac siempre me cayó mal. Dame una bolsa, voy a vomitar montañas de chatarra, exploto, EXPLOTO! Exploté! Ah, mis ácidos, las vísceras, lo pegajoso lo claro, lo oscuro y los demáses que contienen un cuerpo, una mentalidad, un ente que conforma “la unidad”. Todo, todo lo establecido subió a la superficie, flotaba la basura a mi alrededor, agrio, ni un solo bicho merodeaba en la podredumbre. Y esta vez vacío pero perturbado, por un instante se me atrofió el cerebro, no me podía concentrar pero podía escuchaba una voz merodeante:
Bambi is dead dijo el doctor y todo el cine lloró su dolor. No fue soledad, fue el hombre, dijo. 
Yo no lloré pero una extraña fuerza me sacudió mientras miraba el techo nadando crol. El pecho se me hundió, suave se sentía, y en ese mismo instante casi libre de prejuicios inventaba excusas para no creerle al doctor. Era puro racional, los sentimientos descreídos se camuflaron en la neutralidad del asunto. Sin embargo algo ardía, podía oír que latía y un susurro que decía algo sobre las ideas. Quise tantearlo pero se escurría de las manos, intenté acercarme más para ver mejor. Pero no, las antiparras estaban demasiado empañadas. Apagué la ducha y me alejé surcando el vestuario. Lo último que recuerdo son las chancletas ruidosas y un pensamiento repentino sobre el misterio de la neurosis del universo.
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Trabajo Practico Final 2011

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